lunes, 18 de febrero de 2013

UNA MIRADA A LA PRENSA REVOLUCIONARIA DESDE LA TIERRA DE RECABARREN Y NERUDA












ESPECIAL 65º ANIVERSARIO DE TRIBUNA POPULAR  




UNA  MIRADA  A  LA  PRENSA  REVOLUCIONARIA
DESDE LA TIERRA DE RECABARREN Y NERUDA





Por:  Fernando Quilodrán **
Director del semanario El Siglo,
órgano de prensa del Partido Comunista de Chile *



Nada nuevo decimos si comenzamos postulando la estrecha unidad entre historia y presente, como desde ya lo sugiere el contenido propuesto para estas reflexiones: “Experiencias y retos actuales de la prensa revolucionaria”. Esto es particularmente relevante si consideramos que el agudo enfrentamiento ideológico que acompaña como momento esencial e inseparable cada una de las formas que adquiere la lucha de clases en la sociedad capitalista, se halla en nuestros días en un estadio en que es precisamente esta manifestación del enfrentamiento entre las clases fundamentales del modo capitalista de producción el que aparece como decisiva y dramáticamente activa, tanto al nivel de la lucha económica de los trabajadores como de su quehacer político transformador.

Avala esta afirmación una simple mirada a las formas que ha adquirido en nuestros días esa “lucha de las ideas”, como también se la suele llamar, preferentemente al compás y ritmo de las necesidades e imposiciones de los exponentes del credo neoliberal imperante.

Efectivamente, una precondición del sometimiento a que condenan los grandes monopolios transnacionales, y sus traducciones y ramificaciones locales particularmente en las naciones de “la periferia” de las ciudadelas del imperialismo, es la pérdida de “las identidades”. Queremos decir con esto que entendemos a la identidad como la forma libre, individual e irrepetible de ejercer la condición humana en sus particulares circunstancias de tiempo, espacio y clase.

El rasgo que caracteriza al modelo neoliberal –su teoría y su práctica– en el terreno de la ideología, es su atentado a la identidad.

Como enunciados notorios del neoliberalismo, sobresalen:

a) La noción de “fin de la historia”, o devaluación del tiempo histórico.
b) La noción de “aldea global” –“globalización”, “mundialización”–, o destitución de las fronteras nacionales y locales.
c) La noción de superación de los conflictos sociales y de la existencia de las clases, como premisa o conclusión del “fin de las ideologías”.

Al “fin de la historia” y de las ideologías, se corresponden otras nociones, muy en boga. Veamos algunas: hemos entrado a una etapa de mundialización, de transnacionalización. Se han borrado las fronteras, compartimos una “aldea global” en donde el mercado es el regulador supremo y árbitro de todos los valores. Los viejos dogmas están sepultados.

Entre ellos, el dogma del Estado empresario, el Estado regulador, el Estado providencia. El estatismo es siempre malo. Para siempre, está demostrado que sólo la iniciativa privada, gestionando la empresa privada y con capitales privados, puede actuar como un agente económico eficaz. Aquello de la planificación central es una idea tan vieja como la rueca y el huso. ¡Modernidad es la consigna! La verdad reside en las cifras. El que fracasa en el mercado, es porque no era apto. Y los muertos en la competencia, bien muertos están. Lo que no existe dentro del mercado, simplemente no existe. Al “todo lo racional es real y todo lo real es racional”, de Hegel, se superpone el “todo lo racional es mercantil y todo lo mercantil es racional”.

“OBJETIVIDAD” Y “APARTIDISMO”

Al decir, eso, reafirmamos el valor político manifestado en el enunciado propuesto por Tribuna Popular, “Experiencias y retos actuales de la prensa revolucionaria”, pues nos invita a restablecer la continuidad de la conciencia y a entender a la “rebeldía” como la condición contemporánea del conocimiento, y por lo tanto de la acción y el cambio hacia formas más evolucionadas de organización de la sociedad.

Lo que quisiéramos, modestamente, postular es que sin una mirada lúcida hacia las “experiencias” del pasado de su clase, la prensa revolucionaria no podría pretender el conocimiento de “los retos del presente” ni, con ello, asumirlos de una manera apta para convocar a la rebeldía necesaria y la formulación de políticas basadas en los intereses específicos, lo que no obsta a su amplitud, de las clases y sectores en pugna con el modo de producción imperante y sus formas cada vez más estrechas y perversas de sostenerlo por parte de las minorías dominantes en la mayor parte del mundo.

Otras consideraciones necesarias nos incitan a volver a las viejas nociones de “objetividad” versus “partidismo”. Una suerte de “ganancia adquirida” por la prensa de los monopolios es su juego con la noción de “objetividad” y su aparente “apartidismo”. Lo cierto, e innegable, es que dados su control monopólico o al menos coludido, y con ello su consiguiente copamiento del mercado de las comunicaciones, fácil les es a los grandes medios ocultar sus orígenes e intereses de clase y el tratamiento astuto y muy “profesional” de “la noticia”.

Sin embargo de sus pretensiones, salta a cualquiera mirada “entrenada” la óptica con la que se aproximan a los hechos para darles un tratamiento acorde a sus intereses. Para ello, utilizan todas las argucias de las “ciencias sociales” y hacen uso muy particularmente del supremo recurso a la omisión. Ejemplifico esto último con una invitación a buscar en esa prensa cualquiera alusión –no digamos, “reconocimiento”– al origen de clase que explique los conflictos sociales. En el caso de Chile, es prácticamente imposible hallar la simple palabra “cobre”, que es la principal riqueza del país, porque su sola alusión conduce inevitablemente a la memoria del gobierno de Salvador Allende, que nacionalizó todos los yacimientos de ese metal, lo que traería como resultado inevitable una discusión más abierta acerca de los intentos de la derecha, hoy en el gobierno, por revertir completamente lo que hasta ahora –y ello no es poco– no han logrado sino modificar en beneficio de “la inversión” transnacional.

CLARO CARÁCTER DE CLASE

Al contrario de las argucias de los ideólogos y voceros del sistema, la prensa revolucionaria no hace esfuerzo alguno por ocultar su mirada de clase. Y es que sin una óptica crítica y de vocación abiertamente transformadora es imposible conocer la realidad y, por lo tanto, exponerla para ejercer la pedagogía necesaria y con ello legitimar e impulsar la organización y las luchas reivindicativas en los terrenos económico y político.

Y es que la realidad no admite “consensos”: es, simplemente, como es. Y todo acuerdo puede pactar con respecto a su “tratamiento”, pero jamás podrá modificar su esencia.

Dicho en otras palabras, no somos ni nos queremos “neutrales” o indiferentes.

Es claro que entre los retos que debemos asumir en el ejercicio de la prensa popular, de izquierda y revolucionaria, está el de asimilar todo lo nuevo en materia de instrumentos y técnicas que inciden en el oficio de la investigación y la información periodísticas. Ese componente de la formación profesional, que aparece como el gran aporte del sistema universitario, no se acompaña, salvo muy honrosas excepciones de difícil rastreo, de la entrega de elementos indispensables para la comprensión cabal del “fenómeno histórico”.

Muchas veces, las promociones salidas de esas aulas las componen “expertos” aptos a lo más para llenar los casilleros de las pautas desinformativas que dictan e imponen los agentes de los medios.

Y es allí en donde alcanza una dimensión decisiva la “escuela” que han sido a lo largo de su historia órganos que como Tribuna Popular de Venezuela y El Siglo en Chile entre otros diarios y periódicos de las avanzadas revolucionarias de tantos países a lo largo de tantos años, han asumido como una vocación integrada al conjunto de las tareas de las vanguardias.

*El PCCh se fundó el 4 de junio de 1912, el primer número de ES aparece el 24 de agosto de 1940.
**Director del semanario El Siglo, órgano de prensa del Partido Comunista de Chile*