Se cumplieron 65 años del Terremoto de Valdivia, que alcanzó una magnitud
de 9,5 grados en la escala Richter y una intensidad XII en la escala de Mercalli. Para recordar ese
sismo que tuvo una duración de 10 minutos, entregamos a nuestras lectoras y lectores del
Boletín Rojo, un escrito del recordado Historiador Iván Ljubetic Vargas.
22 DE MAYO DE 1960: SISMOS, INSENSIBILIDAD Y SOLIDARIDAD
Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
El llamado terremoto de Valdivia
alcanzó a 9,5 grados de magnitud en la escala Richter y una intensidad XII en
la escala de Mercalli . Duró 10 minutos. Dejó 6.000 muertos y más de mil
desaparecidos. En Valdivia, el 40% de
las casas quedaron destruidas; varios
pueblos fueron barridos por la
fuerza de las olas.
El
sismo del 22 de mayo de 1960 abarcó 13 provincias desde Talca a
Chiloé, once de las cuales habían sido
afectada por un sismo el día anterior, el que alcanzó una magnitud de 7,5
grados en la escala Richter y una intensidad de VII en la escala de Mercalli. La zona más
afectada ese 21 de mayo fue Concepción.
En Temuco el remezón del 22 de mayo fue muy fuerte y prolongado.
Los edificios de altura se cimbraron, pero resistieron.
“SIN NOVEDAD EN LA PROVINCIA”
El Intendente de Cautín,
el poderoso latifundista Oscar Schleyer, designado por el Presidente
Jorge Alessandri Rodríguez, aseguró que
en la provincia todo marchaba sin novedad alguna.
Dos días después, el 24 de mayo,
un piloto civil sobrevoló el litoral costero de la provincia, y “descubrió”
que tres pueblos y numerosas comunidades mapuches habían sido barridos
por las olas. Así ocurrió con Toltén, Queule y Puerto Saavedra.
Fueron borrados del mapa. En ese último pueblo, sólo una casa resistió los
embates de las tres inmensas olas, que
arrastraron al resto
Peihueco, un pueblito indígena del
interior de la provincia, fue sepultado por un alud de tierra. Murieron 300
mapuches y desaparecieron otros 50. Mayor número de víctimas hubo en las
comunidades costeras.
Contrariamente a lo afirmado por
el Intendente, en Cautín había novedades y dramáticas. Los damnificados del
maremoto, que perdieron todo lo que
tenían, debieron permanecer sin ayuda alguna durante 48 horas. Y la inmensa mayoría de ellos eran
gente pobre, que quedaron más pobres con
los sismos y con la insensibilidad de un gobierno que no era el suyo.
UN “REFUGIO” EN NUEVA IMPERIAL
Los habitantes de Puerto
Saavedra, que no contaban con familiares en otras localidades a donde ir, fueron distribuidos en diferentes
lugares.
Muchos fueron llevados a Nueva Imperial. Para cien familias
se organizó un “Refugio” en el Liceo de Hombres, donde yo era Inspector
General. Las salas de clases se transformaron en dormitorios-comedores; la
Inspectoría General, en despensa o bodega.
Todo el personal del establecimiento
asumió diferentes responsabilidades. A mí me correspondió quedar a cargo de la
despensa, ayudado por varios alumnos.
Debíamos conseguir alimentos y
distribuirlos diariamente entre las cien
familias de damnificados, de acuerdo al número de miembros de cada una.
INSENSIBLIDAD Y ROBOS
La situación de los “refugiados”,
entre los cuales había muchos niños, era desesperante. No tenían nada. Dormían en el suelo, contando sólo con
algunas frazadas. La ayuda recibida de las autoridades fue muy escasa, por no decir nula. Por eso
constituimos brigadas que recorrían el comercio y los vecinos solicitando la
cooperación.
El personal del liceo y una buena
cantidad de alumnos debíamos trabajar todo el día en la atención del Refugio. En las noches
dejábamos turnos de emergencia.
El Gobierno de los gerentes mostró
su insensibilidad. No sólo no envió la
ayuda mínima, sino que, en manos
de sus funcionarios, se esfumó o se
desperdició gran parte de la importante
ayuda solidaria que llegó de diferentes
países.
Muy comentado en la zona fue el caso de un camión del Ejército,
repleto de ayuda, que salió desde el
Regimiento Tucapel de Temuco (los militares eran los encargados por el
Ejecutivo de concentrar y distribuir la ayuda)
con destino a Nueva Imperial y en los
UN CAMIÓN SOLIDARIO DESDE SANTIAGO
Estaba un día en la bodega, cuando vino corriendo un alumno. “Llegó un camión
grande y una persona preguntó por usted”, me dijo. Rápidamente me dirigí a la
puerta del liceo. Allí estaba un hombre moreno, con pinta de campesino o
minero, al que no conocía. Nos saludamos. Hablando en forma lenta, sin levantar la voz
(después comprobé que era su manera de hablar), me preguntó si era el compañero Iván. Al
responderle afirmativamente, se presentó: “Soy César Cerda, dirigente de la
CUT, y vengo a cargo de un camión con el
aporte reunido por los trabajadores para ayudar
a aliviar la suerte de los
damnificados que están en este refugio. Otros camiones iguales que éste han sido enviados a otros lugares. En
Santiago, en el Partido, me dieron su nombre”.
La contribución que llegaba
era muy importante: colchones, frazadas,
alimentos, ollas, platos, tazas, etc. Los funcionarios del liceo, alumnos y
damnificados trasladamos todo eso a una sala desocupada y luego, en base a una
lista que tenía el compañero Cerda y con
la presencia de un representante de cada grupo familiar, distribuimos
la ayuda entre las cien familias, según el número de miembros de cada
una de ellas.
UNA ASAMBLEA MEMORABLE
Habiéndose entregado las cosas, se
efectuó una asamblea a la que
concurrieron todos los damnificados en
condiciones de hacerlo, el personal del establecimiento, alumnos y algunos vecinos. Allí hubo una velada artística y
habló César Cerda. Explicó cómo los trabajadores habían reunido la ayuda. Que
así entendía la CUT la solidaridad de clase. Uno de los damnificados
agradeció emocionado, señalando la diferencia
del trato que ellos habían
recibido del gobierno y por parte de los trabajadores.
Casi justamente 16 años después,
el 19 de mayo de 1976, ese obrero que llegó con
el camión solidario a Nueva Imperial, fue detenido por agentes de
la DINA y pasó a formar parte de la lista de detenidos desaparecidos.