A 105 años del crimen de Punta Arenas:
Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio
Recabarren, CEILER
“El edificio de la Federación Obrera de Magallanes,
el hogar de los trabajadores de este territorio fue incendiado entonces y
carbonizados muchos de estos en cuya
bandera de redención social se cobijaban... Y aquí es necesario declarar
que no es la bala homicida la que puede aplacar la sed de libertad y bienestar que se busca con el
noble esfuerzo de un trabajo honrado y perseverante” (Marcolín Piado: “Los
horrorosos sucesos del 27 de julio”. Ediciones
Avance. Punta Arenas, 1987)
Sobre los
dramáticos sucesos ocurridos en Punta Arenas en julio de 1920, la historia
oficial señala que allí se produjo un incendio en la sede de la Federación
Obrera de Magallanes, pero silencia quienes fueron los autores intelectuales y
materiales de los hechos (conocidos públicamente), como también la bárbara represión que se desató después
del ataque al local de los trabajadores.
Corría julio de 1920 y gobernaba en Chile Juan Luis
Sanfuentes. Un mes antes se habían efectuado las elecciones presidenciales, en
que triunfó Arturo Alessandri Palma.
En la provincia de Magallanes, con un clima
inclemente, se acumulaban las tensiones.
LA PODEROSA FEDERACIÓN DE OBREROS DE MAGALLANES
Cuatro años atrás había visitado la región, durante
cuatro meses, Luis Emilio Recabarren. Con alegría constató el excelente estado
de orgánico de la Federación de Obreros de Magallanes, que contaba con más de seis mil afiliados y tenía un enorme
respaldo económico. Sus bienes se calculaban en unos cien mil pesos, cifra
enorme para la época.
Recabarren la
reconoció como la más poderosa de América del Sur.
Y ello no era mirado con buenos ojos por los
patrones de la zona.
La Federación Obrera de Magallanes emitió una
Declaración, que fue publicada el 16 de mayo de 1920 por el periódico ‘El
Trabajo’, donde señalaba que “Luchará incansablemente hasta vencer los
obstáculos que se presenten en el camino hacia las reivindicaciones de todos
los derechos hasta hoy usurpados a la inmensa familia proletaria...
“Pueblo de proletarios: ¡Unamos nuestro grito y
nuestra acción a la del heroico pueblo ruso, que también lucha por la redención
humana!
¡¡¡Viva la libertad!!!
¡¡¡ Viva la Revolución Social!!!
Hijos del pueblo te oprimen cadenas.
Esa injusticia no debe seguir,
si tu existencia es mundo de penas,
antes que esclavo prefiere morir”.
LA REACCIÓN SE MOVILIZA
En Punta Arenas las fuerzas reaccionarias
preparaban manifestaciones en apoyo a la movilización de tropas en la
provocativa acción contra el Perú, conocida como la “guerra de don Ladislao”.
Estos círculos, autodenominados “patrióticos”,
resolvieron constituir una “guardia blanca”. Su primera tarea fue organizar una
manifestación progobiernista en la tarde del domingo 25 de julio de 1920, con
el objetivo de “defender la patria”.
Como era habitual todos los domingos, ese día la FOCH realizaba una velada artístico-cultural en su
sede de calle Errázuriz, en un salón repleto de obreros y sus familiares.
PROVOCADORES
Los “patrióticos” se reunieron en la Plaza Muñoz
Gamero. Finalizada la concentración, iniciaron un desfile hacia la calle
Errázuriz, con el propósito de provocar a los que estaban en el acto de la
Federación. Entre los “patrióticos” iban numerosos empleados públicos y
municipales, autoridades civiles y militares,
entre ellos los tenientes Guerrati y Robinson. Todos a voz en cuello gritaban rabiosamente improperios
contra los asistentes a la velada de la FOM (Federación Obrera de Magallanes).
No lograron
su objetivo. Los trabajadores no se dejaron provocar. Cerraron las puertas de
su sede y continuaron con su actividad.
Finalizada la velada, los dirigentes sindicales adoptaron medidas para
proteger su local. Esa noche se quedaron unos 70 obreros montando guardia. No
ocurrió nada extraordinario. Tampoco el lunes.
ATAQUE A LA SEDE
Alrededor de la una de la madrugada del martes 27
de julio de 1920, soldados, policías y civiles, se concentraron cerca de la
sede de la Federación. Llovía copiosamente y caía algo de nieve. Eran más o
menos las dos, cuando se escucharon
ruidos sospechosos en uno de los pasillos del edificio. Un obrero preguntó: ¿Quién vive? Un disparo
fue la respuesta. De inmediato se produjo la primera descarga de fusilería
contra los trabajadores. Luego un oficial del Batallón Magallanes golpeó la
puerta exigiendo que la abrieran. Nadie contestó. Un grupo con hachas y combos intentó derribar
la puerta. Simultáneamente se produjo una segunda descarga. De inmediato, la tercera.
LA MASACRE
Seguían los forcejeos en la puerta, que no cedía.
Una cuarta descarga. Gritos de dolor de heridos. La quinta y última descarga.
El oficial mandó a cesar los disparos y ordenó el asalto de la
“guardia blanca”. Los civiles entraron disparando a diestra y siniestra.
Incendiaron el local y destruyeron la imprenta.
A lo menos doce obreros murieron carbonizados o ultimados
por las armas.
En 1922 fue publicado en Punta Arenas un folleto
titulado “Los horrorosos sucesos del 27 de julio”. Su autor se firma con el seudónimo Marcolín
Piado. Fue reeditado en julio de 1987. En sus páginas hay un documentado relato
del asalto, incendio y masacre a la sede de la Federación Obrera de Magallanes
y sobre la despiadada represión que siguió posteriormente. Se reproducen
varios testimonios. Uno de ellos es del obrero Ulises Gallardo.
Fue detenido el 30 de julio de 1920 en su hogar en Punta
Arenas. Lo condujeron a la comisaría. Era mediodía. Lo interrogaron y golpearon
salvajemente. A las tres de la madrugada del 1º de agosto fue sacado de su
encierro y subido a un camión del batallón Magallanes, que manejaba un soldado de apellido Vergara.
UNO QUE PUDO CONTAR SU HISTORIA
El obrero Ulises Gallardo relata: “El camión, tras
una rápida marcha, nos dejó en la playa frente al taller Minerva. Descendimos
todos y mientras el inspector Román me apuntaba al pecho con un revólver, el
subprefecto Guzmán me ataba las manos
con cordeles. Enseguida este último me
introdujo un pañuelo en la boca colocándome otro por fuera que servía de
mordaza. Luego fui embarcado en un bote.
Adentro, el soldado que conducía el camión, procedió a amarrarme las piernas a
la altura de los tobillos. Para ejecutar
esta acción se ocuparon unos alambres en uno de cuyos extremos se amarró una
piedra de regular tamaño. Habrían bogado
unos cien metros cuando los remeros (el
agente Otaíza y el soldado Vergara) cesaron en su tarea para tomarme uno de la
cabeza y el otro de los pies, largándome al mar como se bota un bulto
cualquiera después de columpiarlo para hacerlo despedir con fuerza. El impulso
del lanzamiento y el peso de la piedra me hicieron tocar fondo.
LUCHANDO CON LA MUERTE
Para felicidad mía –continúa el obrero Ulises
Gallardo- el punto elegido por mis verdugos para fondearme no tenía mucha
hondura. Una vez desligado de la
mordaza, pude gritar pidiendo auxilio; pero los que oyeron fueron mis verdugos,
quienes por contestación me acertaron un golpe de remo en la cabeza. Esto me hizo hundirme en el agua nuevamente
sin conocimiento. Al volver en mí, noté que iba arrastrado por la marea hacia
la playa. Entonces, luchando con la muerte, en un titánico esfuerzo, y como la
piedra que tenía sujeta a las piernas no era de mucho peso, hice una especie de
flexiones con lo que podía de vez en cuando sacar la cabeza a la superficie,
manteniéndome verticalmente. No puedo precisar cuánto tiempo permanecería en
esta forma que me martirizaba enormemente. Pero sí puedo decir que, en un
esfuerzo desesperado y ayudado por la corriente que me empujaba hacia la playa
y el bajo fondo, salí a tierra. Densos
nubarrones cubrían el firmamento y un manto de tragedia y tristeza se cernían
sobre el pueblo. Entre mis sufrimientos
y dolores y con el terror de ser descubierto pude llegar hasta el hogar
del obrero Leopoldo Rodríguez, quien bondadosamente me brindó protección. Me
salvé y por esto he podido narrar estos hechos que me tuvieron a punto de tener
el mar por sepultura”. (Marcolín Piado: “Los horrorosos sucesos del 27 de julio”)
Así termina el relato de Gallardo. Muchos de sus compañeros no
tuvieron esa suerte. Murieron fondeados en el océano.
PARO DE PROTESTA
Los trabajadores de la mina de carbón Loreto,
perteneciente a la compañía Menéndez Behety, y ubicada a
Las autoridades provinciales decretaron el Estado
de Sitio y la censura de prensa y correspondencia. Sólo varios días después se supo lo sucedido en Punta Arenas en el resto del país.
Y NO SE HIZO JUSTICIA
El 27 de marzo de 1921, casi un año después de la
criminal acción contra la sede de la Federación Obrera de Magallanes, los
trabajadores se reagruparon y en un comicio público efectuado en la Plaza Muñoz
Gamero de Punta Arenas, solicitaron, a través de un documento, que interviniera
en la Cámara el diputado Nolasco Cárdenas
para pedir al ministro Armando Jaramillo y al Presidente Arturo
Alessandri Palma la reapertura del proceso.
Finalmente, Marcos Quirell, de la Corte de
Apelaciones de Valparaíso, fue nominado como Ministro en Visita. Se reabrió la
investigación. Declaró gran cantidad de personas y las cosas poco a poco se
fueron aclarando. Pero no se logró el restablecimiento de los cuantiosos bienes
de la Federación y todos los intentos realizados para que la organización
obrera volviera a tener la fuerza que tuvo antes de la masacre resultaron
inútiles.
CRÍMENES
IMPUNES EN MAGALLANES
Hubo otros asuntos que no se aclararon. Por
ejemplo, lo que ocurrió con los obreros
Eugenio Álvarez Avendaño y Liborio Barría Díaz. Eugenio Álvarez
desapareció el 12 de julio de 1920 y fue encontrado ahogado el 7 de septiembre
en la playa ubicada frente a la maestranza del gobierno. Según todas las
presunciones fue un crimen, porque testigos oculares afirmaron que al retirar
el cadáver del agua ni el lustre de los zapatos había desaparecido aún. Las investigaciones fueron
un misterio. Lo mismo ocurrió con la muerte y el hallazgo del cadáver del
obrero Liborio Barría Díaz.
Durante 18 meses se produjeron crímenes
misteriosos. Fue la venganza de los reaccionarios contra los trabajadores de Magallanes
que habían logrado transformar su Federación Obrera en una poderosa
organización de clase.