martes, 29 de julio de 2025

Ironías.

   

Comentario radial y escrito.

 

 

 


Escuchando a mi padre, siendo yo un niño, se incrustaron en mi memoria un hilvanar de sentidos y de estucos. 

Hoy, son enfrentamientos de ideas. 

68 años, quizás más, tienen que venir de aquello. 

A través de páginas virtuales he buscado de adonde salieron algunos de esos decires; hasta la inteligencia artificial no las encuentra. 

De algún modo, tiene mi padre que haberlas sacado. 

Alguien tiene que haberlas escrito. 

Digo esto así, medio bruto, porque no creo que hayan sido por él escritas. Con toda seguridad, el habría escrito teatro popular con esos hilvanaos tantas veces escuchados. 

Mi padre, era como un titiritero, la canción de Cabral, “No soy de aquí ni soy de allá…” le calza justo. 

Con la salvedad cruel, que él vivió obligado a caminar por un callejón, sin poder doblar el cogote, para observar lo recorrido, y, ajustar las bitácoras. 

Hoy, se me vienen en patota dialéctica, contradictorias, esos relatos. 

Por eso, cuento esto.

Soy profesor normalista, lo seré siempre, aunque no esté. 

Resulta, que, al comenzar mis estudios en la Normal, La Serena, en el primer acto solemne, saludando en el Aula Magna a los nuevos futuros profesores, no recuerdo, como me asome en el escenario, y, como andaba con eso del “presente es de lucha y el futuro es nuestro”, se metió mi padre, que también es y seguirá siendo profesor preceptor, y, declame: 

“En medio de la batalla, en serio peligro se haya, nuestra bandera querida; pero, un soldado cual fiera, corre y salva a la bandera casi a costa de su vida. 

Que se presente el soldado que a la bandera a salvado; dice el jefe. 

Y un muchacho enrojecido por la sangre que ha vertido, se presenta al comandante. 

Eres capitán desde hoy, que ordenas; le dice el comandante. 

Si han de hacer lo que yo pida, que me fajen bien la herida, para continuar peleando. 

Al término de la guerra, la bandera victoriosa, en la plaza más hermosa de la capital se alzó. 

Años más tarde, el salvador de la bandera fue habido como un infame bandido de cien crímenes autor. Y, quiso la muerte suerte, que el supremo magistrado lo condenara a muerte, a los pies de la gran bandera que el mismo había salvado 

Al momento de la ejecución, un viejo y noble militar, reconoce en el rostro del malvado al salvador de la bandera, y dice firmemente.

La patria, hoy recuerda una acción bella. 

Tú, antes la salvaste a ella, pues ella, te salva ahora”. 

¡Puta que bonito, que patriota!

El aula se embotelló de aplausos. 

Me recuerda la canción de Ángel Parra, Corazón de bandido. 

Según la inteligencia artificial, hay un escritor francés, Alfonso Daudet, por allá por el 1890, escribió un cuento titulado, “El abanderado”, pero, el relato, no se siente igual. 

Mi padre, contaba que, siendo joven, sus padres, lo mandaron al Chaco Boliviano. 

Metido en la humedad verde, le dieron gana de defecar, se escondió entre matorrales y le dio paso a la natura. Al terminar, no tenía con que limpiarse, encontró aliviado unas hojas que revoloteaban por el suelo, en una de ellas, había algo escrito. 

Al leerlo le gusto y lo guardó. 

Yo, fascinado, escuchaba el prólogo y luego el escrito encontrado.

“Cuando yo era niño, mi hermanita guardaba en el ropero una muñeca rubia muy bonita, lucía un ajuar muy elegante, escotado y de cola aunque sencillo, era un traje amarillo recamado de encajes que daba a su forma esplendor y brillo. 

Dando vuelta una llavecita, entornaba sus ojos macilentos, como si algo muy grave, embargara sus hondos pensamientos. 

Yo, para darle ansias a mis antojos, la tendía de espalda, horas tras hora, y al verla entornar sus lindos ojos, decía en mi interior, que encantadora. 

Una tarde, sentí una obsesión fiera, tal vez, muy natural en un peneca, me deslicé de lecho, satánico, audaz, ladino; cogí un puñal y se lo hundí en el pecho. 

Y, en esa muñeca tan bonita, encontré solo desengaños, una rueda, un alambre y un rustico resorte. 

Ahora, que ya no soy un niño, cuando una dama, con pasión me mira, se me ocurre pensar. 

¿No estará hueca? 

El banalizar la geografía de la mujer, el disfrazar de una manera cautivadora la guerra y los crímenes en ella cometidos, conllevan a que la infancia, la juventud, los viejos, se enreden entre bayonetas y funerales. 

Es cuestión, por ejemplo, lo de Normandía, lo de los Balcanes. 

Estando Caupolicán, en el cadalso, apoyado en su verdugo, quizás un abedul, un mañío, esperando para destrozar su vientre, según, Alonso de Ercilla, escritor español, autor de La Araucana, traducido a mi criterio, manifestaba que, Fresia, la mujer del Toqui, le había tirado a sus pies encadenados, a su hijo; lo tiro con rabia y vergüenza por haber sido vencido y apresado en el campo de batalla. 

¡Chemimare!

 

Se me atraganta los criterios y la misoginia rancia; y, traigo a las esposas, compañeras, novias, amistades, de los apresados en la “Caravana de la muerte”.

Ay, dios mío de los coloraos. 

¿Para qué poner en los cuadernos a Inés de Suarez? 

¿Para qué nombrar a la Sargento Candelaria Pérez? 

¿Qué hacían las “¿Cantineras”, mujeres jóvenes y solteras, de buenas costumbres, en la guerra del Salitre?

 

Guerra cruenta, defendiendo con coraje los intereses ajenos. 

En mi paisito lindo, flaco y largo, la derecha política y sus perros de presa, el fascismo, andan diciendo, que el infierno en la discoteca “Venda sexi” fue necesario, inevitable, había que parar cualquier levantamiento de los comunistas. 

Y proclama, que quizás, podría ser actual su apertura.

Encontrar a otra Ingrid Olderöck, no sería complicado; lo difícil sería hallar a Marta Silvia Neira Muñoz o, a María Jovi Petersen. 

Justifican la tragedia inhumana vivida en “Villa Grimaldi”, en Peldehue”, en “ese mar que tranquilo te baña” por Marta Ugarte Román

 

Y, van más allá; pà regocijo del “riquerio fundamento”, engendran infernal un nuevo “Golpe de Estado”.

Este vivir espantoso, terrorífico que se vive en Gaza, no tiene nombre. 

Es, para que cada habitante del planeta sienta vergüenza cierta. ¡Malinche! para los países poderosos que pueden parar este genocidio, no es una guerra, es un asesinato, y no hacen nada. 

“Malinche” 

Se produce cobarde lo mismo en Siria, en Yemen, en el Líbano, en Ucrania, eso sí, más sofisticado y de exterminio; sin embargo, los motivos son los mismos.

 

Defender los intereses de la oligarquía internacional, del riquerio internacional. 

Los que saben, dicen que, a las dos semanas de existir el cigoto, comienza el cerebro a existir, a crearse, a formarse, a desarrollarse hasta los 25 años. Sin embargo, yo creo, que este milagro nuestro, nuestro propio ingeniero, se va adaptando a través de toda su existencia. 

Si a través de los medios de comunicación le dan como bombo en fiesta, a la mentira y a la infamia; y la democracia que dice el gobierno construir y custodiar, debería reaccionar. 

La democracia, la dignidad de país, no vive, si un criminal encorbatado, incita a los degüellos. 

Y cosa muy curiosa, nuestro cerebro, casa de fuerza de nuestro intelecto y movimiento, tiene la cuestión de vida al revés.

 

La parte izquierda, mandata el movimiento de la derecha del habitante, y, la parte derecha, la izquierda. 

En una de esas, encontramos la maldición de sillas solas. 

Estas cosas que digo me ayudan a entender este mundo tan complicado, tan mentido, tan amado; tanta relación social, tanto accionar de las clases y de sus segmentos.

 

La lucha de clase se encabrita en mí intelecto. 

Aunque sienta un autoflagelo, grito el hambre en los ojos de Palestina, en la arena de los saharauis, en la esperanza del Polisario. 

Todo lo que grito, me ayudan y me empujan a sentir que estamos “en la quema” de abrir las grandes alamedas. 

Jeannette Jara Román, puede ser, gracias al desarrollo del intelecto de mi pueblo país, mujer, diferente, abrir las alamedas de Allende.

 

Y digo “diferente”, no de picao, solo que esta vez, la conciencia de clase, esa que une y no divide, esa que permite reflexionar, hacer un viraje a lo Gladys Marín, y poder vestir con otras vestiduras a mi pueblo, tan re mutilado y tan hermosamente lindo.

Alejandro Fischer Alquinta. 

Estocolmo 20250726