Iván
Ljubetic Vargas, historiador del
Centro
de Extensión e Investigación
Luis
Emilio Recabarren, CEILER
Se cumplen 80 años de uno de los
crímenes más atroces de la historia de la humanidad. El ataque atómico de parte
de los Estados Unidos contra dos ciudades japonesas: Hiroshima el 6 de agosto y
Nagasaki el 9 de agosto de 1945.
NADA MÁS QUE UNA SOMBRA EN EL MURO
(HIROSHIMA – 6 DE AGOSTO DE 1945)
Tengo ante mí una fotografía en
blanco y negro. Apareció en la página 9 de la revista ‘El Correo’ de la
UNESCO del mes de noviembre de 1964. El
tema: una solitaria escalera de mano afirmada sobre un muro ennegrecido.
A primera vista nada extraordinario
se aprecia en ella. Pero al fijarnos un poco mejor, descubrimos que la escalera
proyecta una rara sombra en la pared. Qué curioso: en la sombra aparece
claramente un hombre bajando por la escalera.
Pensamos que se trata de un buen
truco fotográfico, pero al leer la nota adjunta, un escalofrío nos recorre la
espalda: “Al explotar la bomba atómica en Hiroshima, el 6 de agosto de 1945, no
dejó de un hombre que bajaba por una
escalera de mano nada más que esta sombra sobre la pared. El cuerpo de ese
hombre absorbió las radiaciones y sirvió de pantalla a la ola calorífica
intensa que golpeó ese muro situado detrás suyo. El hombre quedó pulverizado y
la escalera de mano siguió en pie, tal como la había colocado él”.
FUE UNA DE LAS 300 MIL VÍCTIMAS
Y ese hombre, del que no quedó
nada sino su sombra sobre un muro ennegrecido fue una de las 300 mil víctimas
que sucumbieron la horrible mañana del 6 de agosto de 1945, en que los
imperialistas norteamericanos lanzaron una bomba atómica sobre la pacífica ciudad
japonesa de Hiroshima.
De este crimen bárbaro, inhumano y
sin justificación alguna se han cumplido 75 años.
ERA UN DÍA COMO CUALQUIERA
Ese día 6 de agosto de 1945 la
vida se deslizaba apaciblemente en Hiroshima, a pesar de la guerra. La gente
iba a comprar, trabajaba, conversaba. De
pronto el lejano ruido de un avión volando a gran altura. Luego, y sin
aviso previo, una horrenda explosión. Una luz que enceguecía, un calor que
abrasaba. El fatídico hongo alzándose encima de
la ciudad. Y abajo, destrucción, muerte terror, quemaduras horribles...
¿POR QUÉ HIROSHIMA Y NAGASAKI?
Era agosto de 1945. Terminaba la
Segunda Guerra Mundial. Alemania e
Italia se habían rendido. Sólo Japón quedaba del Eje. Todo indicaba que pronto
se entregaría. Fue en ese momento cuando, ante una humanidad atónita, los
imperialistas perpetraron el crimen atómico.
¿Por qué eligieron a Hiroshima y
tres días después a Nagasaki?
Ello estuvo explicado en un
Informe Oficial de la Dirección de la aviación estratégica de bombardeo de los
Estados Unidos. Allí se dice: “Hiroshima y Nagasaki fueron escogidos como
objetivos del bombardeo a causa de la concentración y de las actividades de su población”.
Fue elegido blanco para lanzar la
bomba un puente de hormigón, ubicado en el centro de Hiroshima, y a cuyos lados
había dos residencias para niños evacuados de otras ciudades.
ORGULLOSOS DEL CRIMEN
Contrariamente a lo que se pudiera pensar, no hubo el arrepentimiento
de los responsables directos de ese crimen. El Presidente Harry Truman escribió
en sus Memorias: “Era yo quien debía
decidir, en definitiva, dónde y cuándo emplear la bomba atómica... Yo decidí...
Fue éste el mayor acto de la historia”. Cuánta jactancia, soberbia e
insensibilidad encierran estas palabras
del más alto representante del imperialismo estadounidense de entonces.
PRETENDEN JUSTIFICAR EL HOLOCAUSTO
Algunos pretenden justificar el
crimen atómico señalando que fue necesario para poner fin a la guerra. Pero el
reaccionario Primer Ministro británico Winston Churchill, con franqueza,
escribió: “Sería erróneo suponer que el destino del Japón fue decidido por la
bomba atómica”. Por su parte el político estadounidense Leahy declaró: “En mi
opinión, el uso de esa bárbara arma en Hiroshima y Nagasaki, no constituyó
ninguna ayuda esencial en nuestra guerra contra Japón”
¿CUÁL FUE LA VERDADERA RAZÓN?
¿Por qué entonces el bombardeo atómico? Finletter, secretario de aviación de Estados Unidos escribió: “El empleo de las bombas atómicas perseguía el objetivo de poner nocaut al Japón antes de que Rusia entrara en la guerra o, por lo menos, antes de que Rusia pudiera demostrar su participación en la guerra”. En otras palabras, el bombardeo atómico tuvo por objeto de que Japón se rindiera sólo a Estados Unidos. No fue el último acto de la Segunda Guerra Mundial, sino el primer acto de la guerra fría contra Rusia”
CON LA MARCA DE LAS BESTIAS
El periódico estadounidense The
New York Times, señaló en 1945: “El uso de la bomba atómica nos costó caro:
estamos señalados ahora con la marca de las bestias”.
Y en este 75 aniversario de aquel
terrible crimen contra la humanidad, podemos hoy agregar que, una vez más, quedó en claro quiénes son los
verdaderos terroristas.
EL CRIMEN ATÓMICO CONTRA NAGASAKI
A Estados Unidos no les bastó el
crimen de Hiroshima. Había que presionar a cualquier precio al gobierno japonés
para que no firmara la paz con la Unión Soviética.
Tres días después de Hiroshima, a
las 6 de la mañana del 9 de agosto de 1945 despegaba dos aviones de la Isla
Tinian, en las Islas Marianas. Eran el
B-29 “Bockscar” y el The Grear Artiste. El primero llevaba la bomba
atómica Fat Man; el segundo, equipado
por los instrumentos de medición. Poco después despegaba el “Big Stink”, con
las cámaras fotográficas.
El primer objetivo de asesinato
masivo era la ciudad de Kokura. Comenzaba
la jornada laboral en Japón, cuando fue alcanzada por el B-29 “Bockscar”
sin incidentes. Los trabajadores y estudiantes se dirigían hacia sus empleos o
escuelas. Surgió un problema para los aviadores de la muerte. Había una
visibilidad nula. Las nubes tapaban por completo la ciudad. En esas
condiciones acertar en el blanco iba a
ser imposible. Entonces Swenney, el capitán, cambió al segundo objetivo, tal y
como estaba previsto en caso de que fallase el primero. Por esa razón puso
rumbo a Nagasaki en Kyûshû. Aquellas nubes salvaron a miles de vidas en Kokura,
pero condenaron a otras tantas en Nagasaki.
Era media mañana, cuando los dos B-29 (“Bockscar” y “Great Artiste”)
llegaron sobre Nagasaki. Pero, como había ocurrido en Kokura, la ciudad estaba
completamente cubierta por las nubes y no era visible. Durante un rato
estuvieron dando vueltas con la esperanza de que el cielo quedase despejado,
aunque no fue posible. A las 11 horas se dio orden de regresar al avión. En ese
momento, justo cuando el “Bockscar” se disponía a irse, el bombardero Kermit
Beahan que observaba por la mirilla vio
un pequeño hueco entre las nubes por donde se distinguían algunos
edificios de Nagasaki. Sin dudarlo, el “Bockscar” hizo una rápida maniobra de
aproximación. A las 11,01 lanzó la bomba
atómica “Fat Mat”, la cual cayó velozmente en picado.
A las 11,02 de la fatídica mañana
del 9 de Agosto de
La explosión tuvo una potencia de
20.000 toneladas de TNT, una fuerza inigualable en el mundo. El epicentro de la
explosión atómica, un kilómetro cuadrado en torno al distrito industrial del
norte fue desintegrado totalmente debido a los 3.000 grados de temperatura,
incluyendo una iglesia católica que resultó derretida casi hasta sus cimientos.
Dos kilómetros más adentro, la
destrucción de viviendas y edificios también fue completa, como por ejemplo el
Templo Sofukuji y la fábrica de armas de Mitsubishi. Después se levantó un viento de
A causa de la bomba atómica
murieron en Nagasaki 70.000 personas al instante. Con el paso del tiempo
aumentarían a 170.000 por culpa de las
quemaduras o enfermedades radioactivas. También hubo 60.000 heridos y el 70% de
los edificios quedaron destruidos.
Cinco días después de lo sucedido
en Nagasaki, el 15 de Agosto de 1945, Japón se rindió a los Aliados. El 2 de
Septiembre se firmó la paz en la Bahía de Tokyo y terminó la Segunda Guerra
Mundial.
El precio de ello fue terrible.
Mostró al grado de crueldad a que pueden llegar algunos seres que es
imposible de calificar como seres humanos.