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miércoles, 4 de junio de 2025

El silencio, antesala y cómplice infame de los sepultureros.

 

Comentario radial y escrito:

 




Tener al alcance de la mano el vivir de la higuera, de su orgánica frutal, de su historia inventada; disfrutar de su  humildad de  sombra, es para  mí, lo que identifica y viste, el respeto y la amistad.

Sin breva no hay higos… Y, sin higos, no hay nada de mi higuera. 

Menciono esto así, porque los viajantes del vagón mío se ven pocos y se bajan muchos. El paisaje se siente ralo.

Con el gato, estamos jugando al “cara o sello".

La higuera, sus frutos, su existencia real y sus mitos, desde niño, me han dado la ternura que tanto extraño y que urge gritarla, buscarla, construirla.

La vida obligada a vivirla en maceteros, no se la deseo a nadie, y, la existencia y calidad de vida de los que se quedaron y de los que siguen estando, menos todavía.

Este vivir es una papa caliente atascada en el guargüero.

Es muy complicado entender y sentir patriótico, las malignas fuerzas que han ido organizando por más de 200 años, la construcción orgánica del vivir en mi paisito.

Y tan eficientes son los aristocráticos ingenieros, que me lo siguen robando con todos mis anhelos adentro.

¡Chemimare!

El solo saber de la sal en los ojos de Marta Ugarte, ardor que no la deja ver los pasos tomados por Nalvia Rosa, o, imaginarse, por lo menos, los miles de arrastres de Manueles, los cientos de Gladys, y, todos los ausentes, los “Para que no me olvides”.

Me imagino, allá por Concón, la soltura del invasor gringo; me enloquece la volea del águila imperial por los hielos del sur.

Vuelos orquestados por trasnacionales para conservar intactos los patios traseros. Así se reproduce en nidos de serpientes, la locura de la motosierra.

No quiero ver mi patria, recoveco adentro; escondiendo rapiñas para los que vendrán.

No concibo, ni en lo público ni en lo privado soberano, la cruz gamada, oscura y hueca, que quiere empotrarse en la silla de la esperanza, del juicio, del sentido común.

Juana Ibarbourou, en uno de sus poemas, dice que la higuera es áspera y fea. No estoy de acuerdo para nada.

Ella, la higuera, en sus frutos, aunque uno se esconda por timidez, encierra para mí el concepto de la amistad y el respeto… Y hoy, mi geografía va quedando rala.

Miro para atrás y me asusta.

Lo que tenemos hoy, su esperanza y dignidad, se lo debemos a los que andan jugando a las escondiditas.

La vida, el hacer vida con la política como azadón, me tiene curioso, triste, arrinconado.

Vengo saliendo de un trasplante de cadera y quiero bailar twist.

Desvarío y quiero abrazar a mis amigos de higo.

Respiro mi vivir en la precordillera, 2.800 metros de altura, luego mi mirar de mar, más tarde chañares y en una locura, guayacán y campanarios, canto y pizarrones.

¿Cuántos amigos en 28 años de vida?

¿Nos amparamos debajo de la misma higuera?

Me traigo a 172 almas.

Hoy, con más de 40 años, con la colaboración de un portal digital, con la muerte por testigo, por el desarrollo integral del hambre, con la echona en mano y lejano, como en atadito de orégano, tengo más de 900 amigos confesos.

¿Cuántos de ellos, ellas, estarán conmigo, saboreando brevas debajo de la higuera?

No lo se.

Pero, si se, que mi vagón de todos los días va ralo y con el gato, estamos tirando al cara y sello.

Por eso grito así.

Uno puede tener harto respeto por alguien, sin ser su amigo, pero, ser amigo sin respeto, no injerta ni con mentiras.

Soy parte de una colectividad política que, confiando en el desarrollo intelectual, integral del ser humano, lo arriesga todo, hasta la propia vida, para darle a la vida, la dignidad de vivir.

No quiero decir que somos la última chupa del mate, pàná, al contrario; tenemos en nuestro interior, de yapa, nuestros propios demonios.

No se tiene tiempo de regodearse.

La propia dinámica del hacer y la dialéctica, los, las, ira dejando vestidos a la medida de su traición, a su clase, a su podrida humanidad.

¡Por eso, canto así! 

Digamos, 60 años vividos por la misma trinchera y en geografías diferentes, uno va conociendo higueras, se va identificando, se va sintiendo interpretado; se va sintiendo bien con la mayoría de los higos, aunque sean brevas.

Por eso canto y grito en tiempos de Marcos Medina, del viejo Juan, del Mecha corta Vicente, de mi viejo Andrés Chaves, de mi Olegario, por eso le grito al Paco Jeria y no lo veo, a mi viejo José Duran, al Iván, al Tilo. Me trae el viejo Jaramillo.

Por eso, extraño a Regina y a la Marta, al Rilo y al Elías, a mi hermano Carlos Romero.

Con respeto y cariño, me acompaña Prosperina.

Me traigo al Viejo Mutarello y a Simón Ortega

Por eso me agarro del Cachencho Y no lo suelto

¡!Por eso¡!

Y, por eso también; no creo que alguien, que diga llamarse de izquierda, crea que la inmensa injusticia social, infame, que vive mi país, se pueda erradicar cambiando algunos tijerales de segunda mano. Mi país necesita un cambio radical, hasta los suspiros hay que cambiar. Y esto se puede hacer, continuando lo construido, en tiempo nuevo, por Salvador Allende.

Al socialismo nos vamos con Jeannette Jara Román.

Por eso, con el “gato, estamos tirando al cara o sello".

Nos aseguramos, por los maceteros, al menos, con uno pal velorio.

Alejandro Fischer Alquinta.

Estocolmo, junio 2025.