Comentario radial y escrito:
Tener al alcance de la mano el vivir de la higuera, de su orgánica frutal, de su historia inventada; disfrutar de su humildad de sombra, es para mí, lo que identifica y viste, el respeto y la amistad.
Sin breva no hay higos… Y, sin
higos, no hay nada de mi higuera.
Menciono esto así, porque los
viajantes del vagón mío se ven pocos y se bajan muchos. El paisaje se siente
ralo.
Con el gato, estamos jugando al
“cara o sello".
La higuera, sus frutos, su
existencia real y sus mitos, desde niño, me han dado la ternura que tanto
extraño y que urge gritarla, buscarla, construirla.
La vida obligada a vivirla en
maceteros, no se la deseo a nadie, y, la existencia y calidad de vida de los
que se quedaron y de los que siguen estando, menos todavía.
Este vivir es una papa caliente
atascada en el guargüero.
Es muy complicado entender y
sentir patriótico, las malignas fuerzas que han ido organizando por más de 200
años, la construcción orgánica del vivir en mi paisito.
Y tan eficientes son los
aristocráticos ingenieros, que me lo siguen robando con todos mis anhelos
adentro.
¡Chemimare!
El solo saber de la sal en los
ojos de Marta Ugarte, ardor que no la deja ver los pasos tomados por Nalvia
Rosa, o, imaginarse, por lo menos, los miles de arrastres de Manueles, los
cientos de Gladys, y, todos los ausentes, los “Para que no me olvides”.
Me imagino, allá por Concón, la
soltura del invasor gringo; me enloquece la volea del águila imperial por los
hielos del sur.
Vuelos orquestados por
trasnacionales para conservar intactos los patios traseros. Así se reproduce en
nidos de serpientes, la locura de la motosierra.
No quiero ver mi patria, recoveco
adentro; escondiendo rapiñas para los que vendrán.
No concibo, ni en lo público ni en
lo privado soberano, la cruz gamada, oscura y hueca, que quiere empotrarse en
la silla de la esperanza, del juicio, del sentido común.
Juana Ibarbourou, en uno de sus
poemas, dice que la higuera es áspera y fea. No estoy de acuerdo para nada.
Ella, la higuera, en sus frutos,
aunque uno se esconda por timidez, encierra para mí el concepto de la amistad y
el respeto… Y hoy, mi geografía va quedando rala.
Miro para atrás y me asusta.
Lo que tenemos hoy, su esperanza y
dignidad, se lo debemos a los que andan jugando a las escondiditas.
La vida, el hacer vida con la
política como azadón, me tiene curioso, triste, arrinconado.
Vengo saliendo de un trasplante de
cadera y quiero bailar twist.
Desvarío y quiero abrazar a mis
amigos de higo.
Respiro mi vivir en la
precordillera,
¿Cuántos amigos en 28 años de
vida?
¿Nos amparamos debajo de la misma
higuera?
Me traigo a 172 almas.
Hoy, con más de 40 años, con la
colaboración de un portal digital, con la muerte por testigo, por el desarrollo
integral del hambre, con la echona en mano y lejano, como en atadito de
orégano, tengo más de 900 amigos confesos.
¿Cuántos de ellos, ellas, estarán
conmigo, saboreando brevas debajo de la higuera?
No lo se.
Pero, si se, que mi vagón de todos
los días va ralo y con el gato, estamos tirando al cara y sello.
Por eso grito así.
Uno puede tener harto respeto por
alguien, sin ser su amigo, pero, ser amigo sin respeto, no injerta ni con
mentiras.
Soy parte de una colectividad
política que, confiando en el desarrollo intelectual, integral del ser humano,
lo arriesga todo, hasta la propia vida, para darle a la vida, la dignidad de
vivir.
No quiero decir que somos la
última chupa del mate, pàná, al contrario; tenemos en nuestro interior, de
yapa, nuestros propios demonios.
No se tiene tiempo de regodearse.
La propia dinámica del hacer y la
dialéctica, los, las, ira dejando vestidos a la medida de su traición, a su
clase, a su podrida humanidad.
¡Por eso, canto así!
Digamos, 60 años vividos por la
misma trinchera y en geografías diferentes, uno va conociendo higueras, se va
identificando, se va sintiendo interpretado; se va sintiendo bien con la
mayoría de los higos, aunque sean brevas.
Por eso canto y grito en tiempos
de Marcos Medina, del viejo Juan, del Mecha corta Vicente, de mi viejo Andrés
Chaves, de mi Olegario, por eso le grito al Paco Jeria y no lo veo, a mi viejo
José Duran, al Iván, al Tilo. Me trae el viejo Jaramillo.
Por eso, extraño a Regina y a la
Marta, al Rilo y al Elías, a mi hermano Carlos Romero.
Con respeto y cariño, me acompaña
Prosperina.
Me traigo al Viejo Mutarello y a
Simón Ortega
Por eso me agarro del Cachencho Y
no lo suelto
¡!Por eso¡!
Y, por eso también; no creo que
alguien, que diga llamarse de izquierda, crea que la inmensa injusticia social,
infame, que vive mi país, se pueda erradicar cambiando algunos tijerales de
segunda mano. Mi país necesita un cambio radical, hasta los suspiros hay que
cambiar. Y esto se puede hacer, continuando lo construido, en tiempo nuevo, por
Salvador Allende.
Al socialismo nos vamos con
Jeannette Jara Román.
Por eso, con el “gato, estamos
tirando al cara o sello".
Nos aseguramos, por los maceteros,
al menos, con uno pal velorio.
Alejandro Fischer Alquinta.
Estocolmo, junio 2025.